A veces uno no sabe qué quiere. Por suerte, es mucho más fácil saber
lo que no se quiere y entonces se avanza, inevitablemente, aunque sea a
ciegas. No ir por ciertos caminos te lleva sin darte cuenta a crear uno
propio. En otras ocasiones ni siquiera eso se sabe. Yo no llegué a ese
lugar después de duras negociaciones conmigo misma ni tampoco impelida
por un deseo irrefrenable. No lo hice para lograr ningún fin
determinado.
La protagonista, enferma, en una clínica de lujo
rodeada de un ambiente que no es el suyo pero desde el que recuerda. Al
principio tengo que decir que tuve mis reticencias con la manera en que
describía, pero el siguiente plano reflexivo me atrapó. En la ensalada
Huertas tenemos enfermedad, muerte, el cuerpo, el conformismo, la
libertad y detrás de todo una cicatriz. Me ha caído bien la
protagonista, su conformismo, sus dudas, su parálisis corpórea pero
activa mentalmente, que de alguna manera hace de albacea de Begoña ya
que es una novela póstuma. No pasa gran cosa, pero pasa de todo,
acompañado al final de la novela que no escribió en forma de enigmáticos
collages. Encontrar en la estantería de Novela Filosófica.
Con
el tiempo he llegado a la conclusión de que dos cosas merecen la pena
en este mundo: el impulso creativo y el amor, si es que no son la misma.
Modelar, inventar, llevar a cabo un plan, esa intencionalidad de crear.
Ambas requieren una fuerza que no procede de la voluntad, una fuerza
que no se construye con empeño intelectual porque es algo material, que
sale del cuerpo, que se produce en el cuerpo. Será el aire oxigenando
las células, los fotones atravesando la piel, el empuje de los músculos,
yo qué sé.
'El sótano', Begoña Huertas. 160 páginas. Anagrama, 2023.
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