2 de julio de 2024

Privativa del hombre

El perro del vecino se llamaba Peter y eso me dijeron. Que Peter se había llevado mi chupete.

Miró al mastín negro atado a la señal de prohibido aparcar.

Así que imagínate. ¿Iba a enfrentarme a ese mutante a buscar mi chupete? Le tenía un miedo tremendo.

Pero bueno, este es un Peter muy fácil con el que reconciliarse y volver a empezar. Es tranquilo, es empático y sobre todo muy listo.

Calla, calla. —dijo otra voz.

Giramos la cabeza y vimos una señora encorvada con un pañuelo en la cabeza.

El otro día (tú no lo verás porque lo echan por las mañanas —dijo mirándome— ), en el programa de la Onega les escribí un guasap. Mira, mira.

Los dos inclinamos la cabeza hacia su teléfono. La señora arrastraba los dedos por la pantalla, cerraba aplicaciones y abrió una conversación.

Desde quinto de bachiller me tienen dicho —dijo (y me costó un cero en filosófía): la inteligencia es —y levantó el dedo índice privativa del hombre. Todavía no lo han leído, pero eso mandé.

No sabía que se podían mandar mensajes al programa de Onega.

Pues sí hijo. Y ahora os dejo, que me tengo que ir a comer con mi nieto al Foster’s. No quería ir a Martín y ahora no sé qué voy a comer ahí. No me gusta la carne, ni los chuletones.

Hay un arroz con verduras muy rico.

Pues no sé, algo comeré.Acordaros, y volvió a levantar el dedo índice privativa del hombre.


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