Un bandido, calor, polvo, robos y violaciones. Su descendencia. Los personajes son tratados lacónicamente, mostrando su ferocidad con pocos detalles, cómo si al haber menos palabras los hechos imaginables fueran más terribles. Pero Gaudé tiene muy buenos detalles:
Un hombre sucio y cubierto de polvo entraba a casa de los Biscotti, a la hora en que los lagartos sueñan con ser peces y las piedras no pueden reprochárselo.
Aunque es demasiado: “lo sabía”, “así era”, “nunca fue de otro modo”,
como reafirmando cada cosa con frases cortas, como si fueran frascos de
información breve pero de vital importancia, recalcando todo, blanco o
negro, pero no gris. Sus personajes no dudan, se dejan llevar o mandan,
no tienen misterio -o por el contrario, lo tienen debido a su
simplicidad-, lo saben, nunca sospechan o presienten: lo saben. Sus
actitudes son planas, aunque cuando van alcanzando la madurez muestran
mayor profundidad y trascendencia: la muerte, el sentido de la vida… Me
ponía un poco nervioso que soltara tan poca información: es como si cada
frase fuera un continuará, y luego no hubiera para tanto, pero tenía su sú,
aunque nada demasiado especial, de todos modos, aunque quema, poco a
poco te bebes la sopa, y está rica. La sequedad y sencillez del pueblo,
el amor a la propia sangre y las costumbres. Además para mí tiene el
factor exótico italiano, la salsa de tomate y esas cosas. Y adjetivos
jugosos y sabrosos, cómo si aquella situación fuera legendariamente
calurosa, o árida, o así. Los mayores dan consejo y transmiten su
sabiduría a los pequeños y ellos guardan respetuoso silencio pensando
por ello que reciben el conocimiento, condensado en pocas palabras y que
se han convertido en hombres montepuccianos. Un hombre que siempre sonríe al ver el producto de la tierra sobre su mesa.
C
Laurent Gaudé
El sol de los Scorta
Salamandra, Quinteto, Mayo 2008
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